domingo, 11 de junio de 2006

Ella

 Capitulo I

    El cambio del vehiculo particular por el transporte público se me antojo como necesidad inminente ya no solo por el ahorro económico si no por intentar la transformación de mi comienzo de jornada laboral, en algo menos traumático, creyendo mío ese tiempo y dedicarlo a por lo menos tener entre mis manos las paginas de libro que en la nocturnidad se me hace imposible su lectura, ya que mis pupilas reclaman la oscuridad, y así cerrar a la luz mis pensamientos, para su descanso.

    La mayoría de las veces, el libro era una disculpa, porque se descubría a mi alrededor, la jauría humana que luchaba por hacerse sitio en los recovecos del bus o en el mejor de los casos alcanzar un asiento no sin aguantar las miradas inquisidoras del resto de depredadores que perdieron la oportunidad en el intento. Somos curiosos, cuando nos miramos en los demás, pensando como nos miran ellos, descubrir sus gestos y adivinar sus vidas como si pudiéramos interpretar su existencia, con la sola mirada de sus ropajes, sus roídos macutos, o sus bolsos de marca. No creí que en mi aventura plebeya descubriría mi tercera dimensión, mi lugar extrapolado en el mundo y mi insignificancia en la vorágine del interior de aquel autobús que podría, día a día, darme razones para volver a experimentar el juego de la aventura, esperando nuevas imágenes que en mi retina pudieran tener otro significado, como así fue.
    No pudo ser casualidad, apenas me fije el primer día que la vi.  El ajetreo del bus, los empujones y medio adormilado, no era el mejor escenario pero lo presentí al día siguiente, cuando de nuevo vi su rostro tras la maraña de brazos que pretendían sujetarse de la barra de acero que permitía,  si las alcanzadas a duras penas no caer, o ser cimbreado por la conducción agresiva y antojadiza del conductor.
    Ya no podía pensar en otra cosa que buscar el hilo conductor entre su mirada y la mía. Hacia verdaderos esfuerzos buscando esa rendija que me permitiera alcanzar aunque fuese aquel pendiente que en su lóbulo brillaba, mostrándome la visual. De repente un giro de su cabeza fue capaz de encontrarme mirándola, y sin apenas tener tiempo de respuesta aparte la mirada por vergüenza, como sorprendido indefenso y por temor a mostrar un interés desmedido pero por otro lado verdadero. Estuve con la mirada ausente mirando sin ver por la ventanilla, y notando la sensación de que como yo antes hacia era observado y no me atrevía a rectificar y devolver la mirada. Haciendo acopio de valor y tras simular que el movimiento era forzado por el vaivén generalizado de la masa humana que llenaba el autobús, busque la dirección antes perdida, pero no estaba allí. Todo mi cuerpo se puso en alerta, para proporcionar a mi cabeza el suficiente giro, para escudriñar y volver a encontrar el brillo del pendiente perdido. Por fin lo localice, justo cuando accedía a la puerta de salida y se preparaba para abandonar el bus en la próxima parada. Esta vez no aparte la mirada, no tuve miedo, es mas deseaba que girase su pelo rizado bajo aquel gorro de lana y me mirase, sufría cada segundo por que no llegara el momento.
     Por fin paro el bus y el sonido de las puertas anunciaban lo presumible, y así fue desapareció entre la muchedumbre que se agolpaba para subir a aquel trasporte humano de ilusiones y desaires. Gire entorno a mí y me desplome sobre un asiento cercano que se había quedado libre junto a la puerta. Envuelto en los últimos instantes con la mente ilusionada y agolpada de imágenes. Decidí abrir de nuevo el libro, por la página donde fue interrumpida su lectura y apenas me concentre  en los renglones previos donde me quede, cuando los frenos de autobús, llamaron mi atención y me salvaron de pasarme de parada. Ya en la acera el calor y la humedad del interior del bus desaparecieron y dieron paso al frescor contaminado de la ciudad, dejando levemente a la pituitaria hacer su labor intentando buscar aromas de la mañana y en ese momento caí,  solo una parada me separo del aquellos cabellos.


Capitulo II


     Entorno al cuadro se agolpaban las miradas tratando de buscar las claves del baile de  pinceles sobre el lienzo que con maestría plasmo el artista. La pintura hizo a los allí presentes transportarse en el tiempo y compartir con la dama del cuadro el olor del estudio y los aceites que emanaban de la paleta del pintor mientras ella posaba con la mirada perdida, seguramente en….
    

    Ella….me sobresaltaron recuerdos cercanos y aparté mí vista de aquel libro que hasta ese momento ocupaba mi mente en plenitud.
    Levante la mirada y observe a aquellas personas que apenas se sostenían de pie aguantando el frió de aquella mañana incluso dentro del autobús. Mi derecha estaba franqueada, por un pasajero cuyo cuerpo como robusta percha parecía sostener un enorme abrigo de algodón, que a buen seguro mitigaba totalmente los fríos de la estación, y que a mi lo que me impedía era tener una visión menos agobiante del pasaje. Quise volver de nuevo a mi lectura, pero era imposible concentrarme, de nuevo buscaba nada más que los recuerdos.
    Ensimismado, fui golpeado por mi pasajero siamés, mientras se apartaba, para ceder el paso a un robusto trabajador de la construcción y en ese espacio virtual abierto entre mi hombro y el costado de mi acompañante, apareció su rostro al otro lado del pasillo, su mirada estaba fija en lo que parecía ser apuntes de clase, sin percibir que la observaba. Me temblaban las mejillas, tenia la sensación que seria descubierto mirándola, procure que esta fuese amable y seductora, y al mismo tiempo desapercibida, mas que nada para no notar el dolor del desprecio si no fuese correspondido, pero esto no entraba de momento en mis planes. Me decía que no puede ser, que dos días son coincidencia, que tal vez mañana volvería, ¿y si no? La indecisión me atenazaba, ¿pero que indecisión? ¿Qué deseas?, y la verdad es que solo deseaba no apartar la mirada de su rostro, que me permitiera el tiempo y la situación aprender para recordar el brillo de sus mejillas aterciopeladas y coloreadas por el frió, sus labios carnosos levemente grueso el inferior y suspicaz el superior, los rizos de su pelo asomándose bajo la lana de su gorra, acariciaban su frente, tersa y limpia dando cobijo a su perfiladas cejas donde se enredaban sus pestañas, aquellas que de vez en cuando arrastraban sus parpados, para humedecer aquellas pupilas que algún día en mi se fijaría, de repente un suspiro seguramente producido por algún sentimiento inconfesable la hizo elevar la mirada y mostrarme en plenitud su pequeña y también fría naricilla, inspirando aquel aire en el que me hubiera gustado diluirme, para pertenecerle solo a ella. Ahora si, tal vez mi insistente observación transmitió como a veces ocurre una llamada o la sensación de que alguien te observa y giras la cara. Así ella lo hizo y ya no dude, quería salvar la duda, quería el compromiso, quería no perder la oportunidad, quería soñar, y ocurrió, una lenta, tímida, sensual, y leve sonrisa suya hizo en mí el milagro y tuve la sensación de que siempre supo que la observaba.
    De nuevo el hombre armario ocupo su posición nublando toda visión y dejándome excitado, como levitando sin saber que hacer. Ya no solo la incertidumbre y la espera del día siguiente se me hace lejana e interminable, además el hasta ahora deseado fin de semana se me antoja innecesario, la espera será ilusionadamente dolorosa, creo que existe una palabra para mi estado y no me atrevo a pronunciarla.


Capitulo III

El estomago agarrotado, las manos sudorosas, presagian el fin de la espera, el encuentro ansiado y misterioso. Tras dos días de insomnio incontrolado desea su recompensa. Junto al húmedo y frió cristal mi cara intenta traspasarlo sin importar el frió exterior, solo para ver mas allá la próxima parada y Dios quiera que allí se encuentre ella. El vaho de mi agitada respiración empaña mi visión y me apresuré con la bufanda a descubrir de nuevo el paisaje. Alguien me empujó buscando paso para cazar al vuelo un asiento que quedó libre. Es una anciana que atropelló a la muchedumbre para hacerse sitio entre la gente sin pestañear, mirando de forma inquisidora al personal, defendiendo su captura de posibles usurpadores y mascullando entre dientes seguramente algún improperio poco halagador. La situación distrae mi atención y hace menos agradable las sensaciones que me embargan esta mañana, y lo que mas me fastidio fue que perdí de vista por instantes la llegada a la siguiente parada y ya estábamos en marcha sin saber si allí estaba. Mire nervioso y sin percatarme de que estaba aprisionado por un aluvión de gente que había subido en la parada y apenas me dejaban otear mas allá de un par de metros, mi vista la buscaba intentando no molestar y sin que se apercibiese mi nerviosismo. De repente note que el tacón de mi pie derecho no se posaba en firme como debería,  mi cuerpo se posaba en algo mas blando de lo habitual y en acto reflejo sabiendo que algo no iba bien, intente el equilibrio de compensar mi cuerpo sujetándome en la barra del techo y mitigar el lo posible el dolor que irremediablemente iba a causar. Pero menos mal que la maniobra surgió efecto y se quedo en un leve pisotón sin apenas consecuencias, pero que no impidieron que inmediatamente deseara pedir perdón, y me gire.
     Tierra trágame, -pense-, perdí la noción del tiempo, una especie de vértigo de irrealidad de perdida de consciencia momentánea se apodero del tiempo del espacio.
Perdona….
 Apenas la fuerza del aliento permitió la exhalación de aquel sonido. Una urna vacía ,solos , así percibía la situación, su mirada por primera vez se clavo en mis ojos que absorbieron el brillo de sus pupilas solo interrumpido a veces por un minúsculo parpadeo causado por la necesidad de humedecer los lacrimales irritados por el contraste con el frió exterior. Ensimismado no fui capaz de percibir sus primeras palabras que tuvo que repetirme por dos veces, despertándome del dulce letargo.
    - No te preocupes apenas lo he notado.
En acto reflejo dirigí la mirada hacia el pie victima de aquel atentado de mi zapatón  y no podía creer que aquel delicado calzado que más que ceñirse se abrazaba sobre su delicado pie dejando al descubierto aquellos tobillos dignos de ser besados, la hubiese protegido aunque fuese mínimo el pisotón.
    Era evidente que si debí de hacerla daño, lo que decía mucho de su forma de ser ya que solo la educación, la delicadeza, y la clase, podían asumir que se trato de un acto fortuito y aun sintiendo dolor no lo reprochara si no al contrario en que sus sensuales palabras fueron pura confianza y quietud.  El instante fue eterno, nuestros cuerpos se separaban un palmo, las miradas procuraban buscarse pero sin ser descubiertas, como en un seductor juego de haber quien aguanta. Pero para mi era suficiente con que nunca llegáramos a nuestro destino, que el tiempo permitiera la licencia de su contemplación infinita. Tras unos instantes de observación intermitente otras sensaciones fueron percibidas por mis sentidos, aquel fresco y suave aroma que desprendía su cuerpo a través del cuello de suéter, me sugería su calida ducha tras abandonar su placentera cama. El gel surcaba con suavidad abriéndose camino en aquellos lugares de su  piel donde solo acceden los privilegiados y donde sus manos y  dedos acarician provocando el placer de la desnudez en silencio.
    El bus paro bruscamente aproximándonos ambos mucho mas, despertándome de mis pensamientos. Intercambiamos miradas de complicidad a esa distancia, donde las palabras sin sonido se transmiten con la mirada y el aliento se enamora, y entonces me susurro.
    -¿Hasta mañana entonces…?