martes, 16 de octubre de 2012

Hija del orgullo de ser mujer.

    Apenas 14 años germinados de minutos diferentes, de diferentes días y meses diferentes convertidos en años eternos.
     Malala lucha por seguir luchando en un lugar donde el tiempo no se mide por el movimiento del planeta, su meridiano es transparente, el tiempo pasa de largo hasta que a veces, solo a veces, apenas se ilumina desvelándonos su existencia.
    No alcanzo a imaginar sin dolor, que sueña Malala tras sus lágrimas cuando cada noche apenas consigue conciliar el sueño, mientras su joven cerebro lucha contra la esclavitud intelectual femenina, aquella que le amputa su país en nombre de una doctrina deliberadamente interpretada y que no concede a la mujer los mismos derechos que al hombre.
    Qué fuerza vital inspira a un ser humano tan menudo e insignificante en su entorno social, para hacerse valedora en su corta existencia de la admiración el cariño y la esperanza del resto del mundo. Ha tenido que ser su inocente sangre salpicando nuestras conciencias conniventes a veces con los propios verdugos.
    Cuantas antes sufrieron la desfiguración de sus rostros, la humillación de su alma por la falta de justicia. La lucha será larga, otros rostros y otros corazones derramarán su vida pero esta se abrirá paso, no olvidemos  que ellas son las creadoras de la humanidad.
    Otras niñas como Malala, hijas de madres que fueron hijas de abuelas  que también antes fueron  hijas y madres, son la esencia de la vida y virtud de nuestra existencia, si no las respetamos y amamos, nada somos.

                http://www.elmundo.es/elmundo/2012/10/09/internacional/1349782814.html