miércoles, 7 de julio de 2021

El pequeño

    ¿Alguna vez habéis sentido al mirar de soslayo, o al pasar las yemas de los dedos rozando aquellos estantes de acurrucados libros, un leve susurro?, ¿Como si algún recuerdo guardado entres sus páginas tratara de llamar vuestra atención?

    Ramón lo sentía, cada vez que se acercaba a su biblioteca atestada de ejemplares, y se paseaba observando para elegir su próxima lectura. Posaba su mirada una y otra vez sobre sus lomos, mirando sin mirar, contemplando sus tonalidades y tamaños sin llegar a leer sus títulos. Solo, esperando percibir alguna sensación que penetrara su mente.

    Solo necesitaba una señal que decidiera su elección. Creía, o le gustaba pensar,  que era cierto, que los libros se contaban sus secretos. Que discutían entre ellos sobre si el contenido de sus páginas eran más interesantes y cautivadoras. Incluso sospechaba que apostaban cual de ellos sería el próximo elegido para vaciar su espíritu secreto a través de sus pupilas.
    A menudo Ramón albergaba ciertas dudas producidas por su senil indecisión, ralentizaban el ritual, pero tras momentos de excitante incertidumbre, irremediablemente se producía el milagro, la elección estaba hecha.

    Pero… aquel pequeño, delgado, forrado de papel amarillento por el tiempo, siquiera discutía, nunca se oponía, tenia las de perder, solo callaba, sabia que los ojos de Ramón no se posarían nunca en él. Sus doradas letras del titulo en su lomo permanecían ocultas y no podía competir por tu atención. Se sentía huérfano, ignorado, veía como el resto de sus colegas tenían el privilegio al menos, de ser manoseados una y otra vez.
    Pero esta vez iba a ser muy diferente. La mirada de Ramón se dirigía definitivamente a su entorno. Debía aprovechar aquella oportunidad, llamar su atención, y empujado por un algo interior,  decidió dar el gran salto.


    Ramón creyó, que sus torpes movimientos lo habían arrastrado haciéndolo caer, pero no fue así.

    Aquel pequeño, sabiéndose no elegido, aprovecho el momento en que la temblorosa mano de Ramón se dirigió a su compañero, al gigante orgulloso repujado en cuero y entonces se agarro fuertemente a su costado, sabia que era arriesgado, definitivo, desea  por una sola vez llamar su atención, y se precipito al vacío.
    Aquel caer al abismo se le antojaba interminable, hasta que la mano de Ramón logro en un alarde de reflejos alcanzarlo.

    - Logró salvarme, antes de  tocar el suelo, por fin.
¡OH, no!
¡Ni siquiera me mira, parece que me va a devolver a mi lugar!
¡Esta dudando!
¡No, ahora ojea mi interior!
Noto la presión de sus dedos en mis costados, parece interesarse, ¡vamos!, intenta recordar. ¿Porque me gira?, no tengo nada en mi espalda, mira en mi interior, vamos no lo dudes!
¡Por fin, la primera página, sigue, seguro que  la encuentras!
¡Creo que me devuelve al estante. ¡No por favor no!, tendré que obligarle.

    Entonces ,lentamente, como la otoñal hoja se desprende de su árbol y se posa en el suelo, un pequeño papel cayo de entre sus páginas.
Ramón se agacho. La abrió con imprecisión, y tras unos instantes interminables una sonrisa frunció sus parpados. A su memoria retornaron aquellos instantes de inspiración junto a ella, y lo leyó.

    Querida Rosa    
 
    Palabras escritas en mi alma, alimentadas de sentimientos platónicos son el paisaje ajeno a lo cotidiano del que se alimenta mi espíritu y mi existencia.
Acunado en esta plenitud de nostalgia inductora de placeres intemporales quiero y deseo estar. Pero de nuevo lo pones difícil.
 Insistes en que abandone mi lascivo estado de soledad.
     Pero no es casualidad esa insinuante y morbosa lencería con la que tu presencia me castiga. Fina seda, que encarcela con enrejados hilos tus delicadas y calidas formas no exentas de peligros donde enredar mi pensamiento hasta morir de deseo.
     No suficiente con mostrar tu sensualidad más salvaje, decoras tus pisadas envueltas en calzado singular donde tus dedos se ocultan esperando su ansiada liberación.
    EL negro ceñido a tus formas y caderas no es mas que el envoltorio que todos quisiéramos para perdernos en un infinito de fantasías que solo tu puedes inspirar.
    Que oculto poder encierras, que estimulas mi existencia cotidiana en múltiples formas.
    
Tú eres mi inspiración, y mi agonía.
 No quiero siquiera hablarte, porque significaría desvelar mi quietud.

Te quiero para siempre.
Ramón
                                                                                                    Septiembre 1960



    Tras leer aquella nostálgica dedicatoria, se encamino a su sillón con el pequeño entre sus manos.

    - Oh, me siento como el genio liberado de la lámpara, esta vez ocuparé el lugar privilegiado donde he visto día tras día y noche tras noche a otros ser devorados por sus ojos.
Es mi momento, solo deseo verle disfrutar de mis palabras, que me lea lentamente, que se detenga, que alargué mis sílabas, que incluso me subraye, solo deseo sentir la brisa de su respiración.
Ya noto el terciopelo de su bata en mi espalda mientras se coloca los vidrios. Por fin me aproxima, siento crecer el calor de su mirada en mis renglones.
    

    Aquel insinuante título en cursiva en su primera página y descubrir el porque aquella nota la guardo Rosa en el corazón de aquel libro, erizó la epidermis de Ramón y se dispuso a leer excitado.
    Deseaba con impaciencia reencontrarla en algún lugar entre aquellos renglones rotos.

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