lunes, 12 de diciembre de 2011

67 Mujeres asesinadas en España por violencia machista en 2011

    Con sabor a óxido en el paladar, un hilo de sangre reseca en la comisura de los labios y hundido el negro de sus ojos bajo la sombra de parpados inflamados de insomnio, fijaba ausente Amelia su mirada en el microondas, esperando que el café de Paco estuviese caliente. Nunca se levantaba si ella antes no le servía el desayuno en la cama, o lo que mandase…, incluso servirle de potro, para vaciar su violencia.
 -¡Amelia, ese café! Que no tengo toda la mañana. ¡Claro, como tú te estás tocándote el coño todo el día en casa!, te crees que los demás podemos hacer lo mismo.
Tras el vespertino ritual, arrastrando su escarnecido esqueleto, Amelia se ausentaba a escondidas de casa haciéndolo coincidir con la salida de su marido. Huía al centro cultural donde echar algunas risas, pocas. Le permitía utilizar aquel ratón que la lanzaba a conocer y viajar sin que nadie se lo recriminara, escapando por instantes de su amarga existencia. Pero ayer las lágrimas cristalizaron sus pupilas, no fue capaz de ver con claridad aquella noticia, se frotó con el reverso de la mano los ojos para aclararse la visión y como un tiro en el centro de su alma apareció.
“63 mujeres fallecidas e España por violencia machista en 2011”.
La silueta de la última víctima oculta bajo aquella sábana blanca la impedía respirar. Su índice presionaba la ruedecilla del ratón arrastrando la página a lo largo de la alfombra de cadáveres desde comienzos de año.
Como una premonición le parecía identificarse en cada una de ellas
 -¡Amelia coño, ven ya!, ¿dónde te has metido? ¡Te vas a enterar!.
En la cabecera de la misma página un frívolo anuncio de la película “SEXO EN NEW YORK”, mostraba a cuatro hermosas actrices liberadas rebosantes de felicidad. La película estimulaba a las féminas a disfrutar del sexo en libertad, sin renunciar a su vida y sin abandonar sus responsabilidades familiares.
 -Amelia ¿vienes o me levanto yo?
Aquel pitido del microondas marco la señal sin inmutarla.
Tomo la taza, abrió el azucarero, hecho tres cucharadas, libero la rosca del tapón de coñac y duplico la dosis, pero esta única vez lo acompañó una rebosante cucharada de aquella caja donde un cráneo sobre una gran pajarita ósea anunciaba el peligro, luego con premura se dirigió al dormitorio.

http://ibasque.com/mujeres-muertas-en-espana-por-violencia-machista/

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